La autorrealización del hombre:
Libre albedrio
Fabián
García Gómez
Emerich Coreth nos dice en, ¿qué es el
hombre?, <<sólo seré libre si no estoy determinado por una necesidad
interna de mi propio ser, de mis disposiciones e impulsos>>. La pregunta
es, ¿se es libre realmente? Uno podría continuar el debate de la manera en que
Coreth nos instruye cuando habla del libre albedrio, y plantear, desde ya, que
la libertad de elección está determinada por la libertad radical; sólo por
medio de ésta se puede acceder al conocimiento espiritual. La libertad, nos
dice el autor, <<significa un autodesarrollo razonable en la afirmación y
realización del bien.
El
querer o desear, o negar, participa directamente con nuestro albedrio. Es
cierto, sí existe una libertad que no gira en el entorno exterior, sino en
nosotros mismo; en el sí mismo que es el ser del hombre. Pero el ser, que no
puede definirse más que en sí mismo, es finito. Una muestra del máximo
limitante que tiene el hombre es el fin de la vida. ¿En qué sentido se es
libre? Diremos que en el de la negación. El “No” nos libera de todo lo que a
pulsiones se refiere. El ser humano está dado por una realidad conceptual, y a la vez está motivado por impulsos que no
hacen sino marcar accidentes en el devenir de cada uno de nosotros.
La
primera negación existente en la historia de la humanidad —Cristiana— es
aquella que prohíbe a Adán y Eva comer del árbol del bien y el mal, o árbol del
conocimiento. Ahora, ¿cómo puede una prohibición hacernos libres o darnos el
libre albedrio? Dios coloca al hombre a imagen y semejanza suya en el momento
en que impone un “No deberás”. Es decir, La ley del mandato pone al hombre al
margen de una decisión: hacerlo o no hacerlo; pecar o no pecar. Todos sabemos
cuál fue la historia.
¿Qué
tratamos de comprende con el ejemplo anterior? Se intenta una aproximación al
cuestionamiento de la libertad. San Pablo se preguntaba si el pecado era
producido por la ley o la ley se establecía por el pecado. Resumiendo: el libre
albedrio en el hombre fue dado desde el principio del origen, sin embargo, esa
libertad no estaba a la altura del conocimiento que el hombre tenía; lo que
equivale a decir que el hombre no puede ser libre porque no es capaz de
comprender lo que significa realmente la palabra libertad.
Coreth presenta un
panorama teórico y empírico, incluso a priori del conocimiento de la libertad;
el texto bíblico nos muestra que el hombre es incapaz de reprimir sus impulsos
libertarios y por lo tanto, incapaz de comprender hacia dónde está dirigido su
destino; la libertad radical de Coreth no tiene cabida puesto que el hombre en
tanto sabe y conoce, no se trasciende, sino que se embarca en una balsa que no
tiene retorno: se pregunta a sí mismo qué tanto de libertad puede, en verdad,
conocer.
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